Desde
tiempos muy remotos, desde las civilizaciones
de Babilonia y Egipto, los sahumerios
siempre han acompañado al hombre,
bien como medio para ofrendar a sus dioses,
bien como remedios curativos.
En la antigüedad,
el hombre da por hecho que todo lo que existe tiene un ANIMA
o ALMA, y que ese ANIMA, al igual que el hombre,
por ser de las características de los dioses, debía de tener
un alimento igual que ellos.
Puesto que
los dioses no tenían cuerpo, en las diferentes culturas, siempre
le han intentado dar forma, es decir, intentaron salinizar
( fijar) el arquetipo de lo que ellos entendían que
debía ser, y, mediante los sahumerios, darle un alimento que
ellos consideraban de la misma naturaleza que las deidades,
mediante humo y fuego, que eran los alimentos que consideraban
que debían de utilizar el ANIMA de esos dioses. Los
antiguos eran antiguos, pero no eran tontos, ya vislumbraban
la posibilidad de que eso que tenían las deidades podía estar
compuesto por aire y fuego, que es lo que creían que diferenciaba
a los humanos de los no humanos. Sabían que los arquetipos de
las deidades no podían recibir alimentos humanos, y por eso
se refugiaron en buscar plantas y diferentes materiales para
quemar, a modo de ofrendas, para que les fueran propicios, y,
ponerlas a los pies de las diferentes representaciones arquetípicas
que cada pueblo representó.
También tenían
la creencia, de que, como los dioses estaban ascendidos, el
humo y las sustancias aromáticas que encerraba, les llegarían
de mejor manera posible.
Y no sólo
lo hacían como ofrenda a los dioses, sino también
como acercamiento del alma humana, por similitud,
a determinada deidad: sabemos, a modo de ejemplo,
que en los oráculos griegos, las pitonisas hacían baños de asiento,
con plantas psicotrópicas, para elevar el espíritu y poder tener
el don de la visión.
Tan alto
llegó, en la antigüedad, el uso, casi sagrado de los
sahumerios, que los antiguos médicos egipcios, pese
a practicar “magia”, que
era como los consideraban los “extranjeros”
babilónicos, que los consideraban para curar también
el alma humana.
Los egipcios,
tenían la leyenda de que en cada uno de nosotros había un molde
de luz, que denominaban “sahu”,
alrededor del cual se iba organizando la materia, que era lo
que nosotros vemos del cuerpo humano, y, que, si esa materia
se iba separando de ese molde de luz, ( lo que entendemos ahora
por estar provocando una patología), entonces se iba acercando
su hora de ir hacia la única enfermedad: la muerte.
Una manera que ellos tenían de que esa relación de fuerzas entre
el “sahu” y la materia
no se diera, era alimentar a este con el uso de sahumerios que
estuvieran relacionados con la fuerza arquetípica de Thot,
o de Anubis, o de Maat, etc...
porque consideraban que eran estas fuerzas
las que habían provocado estos desequilibrios, al menos, las
fuerzas que habían generado que ese arquetipo se fijara y que
provocara un sistema desequilibrado. Pese a la creencia común
de que no sabían lo que eran los dioses, sin embargo, sí que
sabían perfectamente lo que estaban haciendo, desde su punto
de vista, estaban curando igual con igual mediante las fuerzas
que ellos creían que armonizaban, y que era la misma fuerza
que había creado tanto al dios, como a la enfermedad., es más,
tenían las enfermedades clasificadas por “dioses”.
Muchos siglos
más tarde, fue Paracelso, y en su continuidad,
su discípulo Crolius, ( sin quitarles ningún
mérito) quién supuestamente ideó todo el sistema de signaturas,
de fuerzas generatrices, y de curar “ al astro con el
astro”, cuando los egipcios, y los
médicos andalusíes ya lo estaban
utilizando desde siglos
antes.
Ni que decir
tiene, que también se han utilizado desde siempre, los sahumerios
en ritos funerarios, para
llamar a los dioses y que se llevaran el alma del difunto, y
para conducirle a un feliz viaje.
A modo terapéutico, los médicos andalusíes (hakim),
fueron practicantes de esta técnica, y sin embargo, su aplicación
y su uso cae en abandono a mediados del S. XVI.
En la parte mágica y esotérica, igualmente,
el alumno y discípulo bien formado, sabrá, que cada fuerza,
o deidad, necesita de unos “olores” determinados,
y que, sabiéndolos conjugar bien, podrá llamar con mayor facilidad
a lo que se desee.
También se han utilizado, como limpiadores de
ambientes, como tranquilizantes, como
armonizadores, o , sino, que tire la primera
piedra el que nunca en su vida ha olido o ha quemado ni tan
siguiera una barrita de incienso, más que nada, para que oliera
bien el ambiente.....
Conocido es también el uso que tienen los inciensos y
sahumerios, que te invitan con sus aromas, a las prácticas de
meditación.
Los sahumerios se muestran, pese a todas las tendencias
y visto desde nuestro lenguaje, como uno de los remedios más
eficaces que existen. La lenta combustión de los aceite esenciales
y de las partes corruptibles de la planta, permite que las partes
activas asciendan, en unos casos como ofrendas, en otros como
remedios curativos, y sean tan sumamente sutiles, que penetren
por los poros de la piel y lleguen a los rincones más inaccesibles
del cuerpo.
Así pues, en coherencia con la tendencia que seguimos,
vamos a clasificar, en nuestro orden determinado,
los sahumerios, en siete clases
diferentes, dependiendo de la fuerza generatriz
que los haya originado para su mayor entendimiento.
Profesora:
Luisa Arias, profesora de la Escuela
Al-Madrasa, dedicada a la recuperación, transmisión,
publicación y edición de la medicina alquímica
egipcio-andalusí, escuela de Ash-Shamsi.
Para más información puedes ponerte
en contacto con nosotros mediante correo-e innatia@yahoo.es
o por teléfono +(0034) 606 53 61 01. Luisa
Arias.