Comida libanesa para todos los gustos
Entre la gastronomía árabe en general, la típica de El Líbano es quizás una de las de mayor aceptación en las ciudades europeas, habida cuenta de que cuenta con una tradición culinaria que la convierte en única e irrepetible...
Entre la gastronomía árabe en general, la típica de El Líbano es quizás una de las de mayor aceptación en las ciudades europeas, habida cuenta de que cuenta con una tradición culinaria que la convierte en única e irrepetible.
Cuando hablamos de cocina libanesa podríamos hablar de una fusión de tradiciones culinarias entre la árabe y la turca. De esta simbiosis nace una cultura gastronómica basada en el uso de alimentos frescos y saludables, con una riqueza infinita de sabores, colores y texturas, hilvanados con el uso de diversas especias, cereales y legumbres.
Como suele ocurrir en toda cultura culinaria que se precie, en la libanesa también existen protagonistas o ingredientes cuyo uso destaca sobre otros. La fruta y la verdura son, con mucho, los más utilizados. En lo que a especias y condimentos se refiere, el sésamo es utilizado en casi todas sus posibles formas en multitud de platos. Los aceites usados en las frituras, por otro lado, suelen ser siempre vegetales, aunque también se usa ocasionalmente cierto tipo de mantecas.
En la cocina libanesa, los entremeses toman forma de mosaico gracias al denominado "mezze": se trata de una auténtica constelación de pequeños platos llegando en ocasiones hasta un total de 100- que se consume habitualmente acompañado de la bebida nacional libanesa, el "arack".
Si existe un plato nacional de El Líbano, ése es el "kibbeh", una especie de albóndiga de carne picada y pasta de bulgur sémola de trigo- amasada con las manos y posteriormente frita con abundante aceite hasta conseguir que la superficie quede dura y consistente.
Otro de los protagonistas de la cocina libanesa es el llamado Labneh, una delicia a caballo entre el queso y el yogur, elaborado con leche de oveja o vaca y cuya característica principal es que se guarda en una especie de redes o sacos porosos para que, evaporado el líquido, quede una pasta más espesa que el yogur, y menos consistente que el queso.
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