Feng Shui exterior
Hablar de un buen feng shui, es hablar del ambiente externo de una vivienda. Cualquier sistema de feng shui interior que no tome en consideración este aspecto tiene cero resultados...
En su búsqueda del bienestar físico, mental y espiritual, el Feng Shui nos ayuda a configurar los espacios físicos en los que vivimos y trabajamos para conseguir canalizar las energías positivas en nuestro beneficio. Pero no sólo los interiores resultan importantes para esta disciplina oriental, ya que también el exterior, cobra especial relevancia en ella.
Nuestro hogar, la distribución de los habitáculos que lo conforman y sus elementos estructurales, así como los objetos que contiene, es como un auténtico universo por el que viaja toda suerte de energías, tanto positivas como negativas.
El Feng Shui nos ayuda a potenciar las energías positivas y a evitar o incluso eliminar las negativas, de forma que obtengamos un equilibrio que, en definitiva, nos permita mejorar nuestra calidad de vida desde el punto de vista físico, psíquico y espiritual. Habitualmente cometemos el error de entender el interior de nuestra vivienda como el espacio a tener en cuenta, cuando lo conforma también el exterior. Quizás este error se produzca por el hecho de que, en muchos casos, vivimos en edificios compartidos con muchas otras familias, y eso nos condiciona.
El diseño arquitectónico, la estructura exterior e incluso la ubicación e integración de un edificio en su entorno pueden darnos datos ciertamente reveladores sobre sus posibilidades a nivel energético. Por ejemplo, es un hecho que elementos como las montañas generan Chi, mientras que el agua lo retiene. De este modo, la cercanía o simplemente la aparición de montañas de formas no demasiado rotundas o agresivas en el horizonte visible desde nuestro hogar, constituye una fuente de energía positiva.
En cuanto al elemento líquido, el agua mansa y tranquila aporta un buen Qi, al contrario que la misma agua en actividad frenética o violenta.
La puerta principal de acceso al edificio debe tener un tamaño proporcional al del edificio, con la suficiente amplitud como para permitir un flujo energético desahogado. Por último, el espacio que antecede a dicho acceso debe estar lo más diáfano posible. En este sentido cabe evitar formas demasiado radicales o grandes: postes de luz, antenas o árboles demasiado grandes actúan como auténticas pantallas de bloqueo para el buen Chi.
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