Cómo funciona una mente optimista

Desde siempre, la actitud positiva o negativa de cada individuo ante la vida y sus circunstancias ha sido relacionada con la parcela emocional y desvinculada casi al instante de la meramente física.

Sin embargo, estudios recientes parecen confirmar que, si no en sus totalidad, gran parte del origen del optimismo o el pesimismo podrían encontrarse en la actividad adecuada o deficitaria de dos zonas concretas del cerebro: la amígdala y la corteza cingulada anterior rostral, cuyo nivel de actividad -por separado y en relación entre ambas- se muestra mayor cuanto más positivos son los eventos futuros imaginados por el individuo.

La importancia de este descubrimiento, del que se ha hecho eco recientemente la prestigiosa publicación científica "Nature", es más que evidente, sobre todo si pensamos que por primera vez se está ubicando en una zona física de nuestro cerebro el origen de lo que hasta ahora creíamos propiedad exclusiva del terreno de los sentimientos.

Por otro lado, este mismo sistema podría estar detrás del proceso que da origen a la depresión, con lo cual se desvela más de un misterio existente en lo que a la enfermedad, su origen y sintomatología se refiere.

El estudio se basó en la realización de una serie de resonancias magnéticas mientras se inducía a los pacientes a imaginar hechos futuros o a recordar hechos pasados. Una de las curiosidades que mostraron los que podríamos denominar optimistas es la facilidad no sólo para imaginar hechos venideros agradables, felices y, en definitiva, positivos, sino en su enorme capacidad para vivirlos como si ya hubieran ocurrido.

Concretamente, la actividad de la amígdala parece tener mucho que ver con la interpretación emocional de los posibles eventos futuros, lo que su participación en niveles inferiores a los considerados óptimos podría desembocar, junto con la dificultad de detalle en el "dibujo" de dichos eventos, en la aparición de la depresión.