El inevitable duelo por la muerte de un ser querido
Ayuda para afrontar una muerte. La aceptación de la muerte dependerá de factores personales y sociales. Los especialistas destacan la importancia de despedirse del fallecido
La pérdida de un ser querido es un triste episodio que, con mayor o menor intensidad, todos hemos sufrido alguna vez. El "shock" que produce el momento de conocerse el fallecimiento da lugar a un proceso cuyas características o estadios dependen de tal cantidad de variables que es imposible establecer un patrón concreto.
Sin embargo, en este proceso que se conoce como "duelo" suelen presentarse una serie de coincidencias que sí nos permiten establecer, al menos, una serie de fases que nos indicarán la cercanía o no del final del proceso mismo.
La primera variable a tener en cuenta es lo esperado o inesperado de la muerte. Los fallecimientos producidos a causa de accidentes de tráfico, homicidios y suicidios llevan consigo un componente que produce un golpe más traumático aún si cabe en el entorno más cercano. En este tipo de situaciones, al duelo normal se añade la sensación de caos que produce la falta del ser querido y, sobre todo, la ansiedad provocada por la incertidumbre de una vida sin él.
Pasado el momento del primer choque emocional, que realmente dura muy poco tiempo, se pasa en ocasiones a un estado de negación sobre lo sucedido, lo que suele desembocar en un episodio depresivo que, a pesar de lo desagradable de su incidencia, suele resultar ser un indicador de que el proceso se está desarrollando de forma adecuada.
Después surgen sentimientos más elaborados como la ira o la culpa. Que afloren una u otra dependerá de a quién se atribuye la situación traumática -emocionalmente hablando-. En el caso de la culpa, suele estar muy relacionada con el hecho de no haber podido despedirse del fallecido.
En un final normal de este proceso, poco a poco la nueva situación, provocada por la falta del ser querido, deja de constituir un choque traumático para convertirse en cotidiana y habitual. Es el momento en el que el duelo finaliza y la vida sigue su curso. Sólo en un porcentaje muy reducido de las personas que han sufrido la falta de un ser querido alrededor de un 5%- el duelo continúa abierto y precisa de la intervención de un profesional para evitar secuelas psicológicas importantes.
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